Los ozonizadores de aire domésticos son aparatos de gran
utilidad para muy distintos fines en el hogar y, aunque su multifuncionalidad
complica su definición a la hora de ser breves, lo cierto es que todos ellos
tienen en común una serie de propiedades y eficacia sin igual a la hora de
desinfectar y desodorizar atmósferas interiores, superficies, alimentos y hasta
el mismo agua potable, logrando resultados sorprendentes.
El estudiado diseño de los ozonizadores domésticos hace de
ellos aparatos tremendamente sencillos de utilizar, que raramente necesitan
instalación y disponen de función manual y también automatizada, si bien la
posibilidad de programación dependerá del modelo.
En todo caso, la gran mayoría dispone de un temporizador que
controla el tiempo de actuación para que no tengamos que estar pendientes de
apagarlo o, si realizamos tratamientos regulares, para que éste se accione de
forma autónoma, sin más complicaciones.
Independientemente del tipo de aparato de que se trate, todo
ozonizador comparte una serie de propiedades generales que hacen de ellos una
solución perfecta para uno o varios usos, según el modelo, entre otras las
siguientes: una gran durabilidad del aparato y eficacia en desinfección y
desodorización, un mantenimiento mínimo o incluso nulo, un precio accesible, un
bajo consumo energético, una inocuidad total y una actuación basada en la
ozonólisis, el proceso mediante el cual lleva a cabo la oxidación.
De hecho, la oxidación es lo que logra acabar con las
partículas de suciedad, responsables de malos olores y de la polución que pueda
haber en una superficie, objeto, en el agua o en los ambientes interiores,
acabando a su vez con microorganismos perjudiciales para la salud, como virus,
bacterias, mohos, ácaros del polvo, partículas alergénicas y esporas.
Gracias a las propiedades comunes de los ozonizadores,
obtendremos estos resultados aplicando el ozono disuelto en agua o en aire, y a
través de unos u otros dispositivos, diseñados de forma específica para ser lo
más eficaces posibles a la hora de abordar uno u otro objetivo. Una vez
finalizado el tratamiento, el ozono se convierte en oxígeno, sin dejar residuo
alguno, una inocuidad que se suma a una gran eficiencia, que suma grandes
resultados a un mínimo consumo energético. No en vano, el ozono es el
desinfectante natural más potente que existe, miles de veces superior a los
resultados que podemos conseguir con la lejía pero sin sus inconvenientes y,
por otro lado, como hemos apuntado, los aparatos tienen un consumo energético
ínfimo.
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